Papel. Papel higiénico. No el
normal. Rollo extra. Cuatro capas. Muuuy largo. Y yo lo he enrollado todo. Todo. Yo sola.
La tarea me ha llevado unos seis minutos. Todos y cada uno de los segundos
llenos de desesperación. ¿Por qué yo, Dios mío? ¿Qué he hecho yo para merecer
este castigo tan a menudo? ¿Acaso he pecado? En algo serio, quiero decir…
porque las cosillas diarias, vamos, como todo el mundo, ya tú sabes… Y ahora,
esto. El mito de Sísifo se me impone en vida en forma de rollo de papel higiénico,
uno al día por lo menos. Y no hay quien la pare. Ella dice que sí, que va al
baño. Que sí, que piensa coger el rollo del portarrollos, que no, que no sale
de ahí, que sí, que ahora voy… y tiro. Que sí, que lo desenrollo, que si lo hago ¡qué más da! Ya viene mi mamá y lo vuelve a
enrollar…
Jua, jua, jua, qué risa me da
cuando después de un rato de silencio sospechoso llego al baño y me encuentro
todo el suelo lleno de papel blanco, suave, rollo y rollo, tipo anuncio de
perros, por el suelo. Y una pequeña energúmena sonriendo con cara muy simpática
de ¡yo no he hecho nada, bua!. Pero la realidad no me confunde… yo sé que tras
esa cara se cachondea de mí y se esconde el gesto de la hermana pequeña del
muñeco diabólico que telepáticamente me comunica: ¡”Síiiii, a que jode, ¿eh?,
pues te vas a enterar, madre, por todas las veces que me riñes y me miras con
los ojos torcidos…!”
Y,
de fondo, en mi cabeza, resuena la risa de Christopher Lee al final de “Thriller”
de Michael Jackson… quien la haya oído, sabe a qué me refiero. Y a
continuación, cuando ya empiezo a temblar pensando en lo que me deparará el
futuro y me veo en la silla de ruedas, en lo alto de la escalera, a lo Norman
Bates… ella me dice: ¡MAMÁ, CACA! y en esas palabras leo la
pureza de su alma, su nula intención de hacer el mal… y su sonrisa burlona que
dice: “Pienso seguir usando el pañal muuuucho muuucho tiempo.”
Son todos iguales: como el perrito de scotex!!
ResponderEliminar